Sanya creció en la vibrante isla de Santa Lucía , y su mundo estaba lleno de aguas turquesas, arena dorada y el ritmo relajado de la vida isleña . La playa era más que un lugar: era parte de su alma , donde se sentía más viva, más libre y más inspirada.
Su amor por los trajes de baño no era solo una cuestión de moda, era una sensación . Esa confianza sin esfuerzo de pisar la arena, la emoción de sumergirse en aguas cristalinas, la forma en que un traje de baño perfectamente diseñado podía realzar un momento, una experiencia, un recuerdo.
Esa pasión la acompañó mientras viajaba, exploraba y, finalmente, se preguntó:
¿Por qué conformarse con trajes de baño que no sean nada extraordinarios?